jueves, 22 de septiembre de 2011

Pequeño Paraíso Árabe VIII

Acrílico y tinta sobre papel
25 x 25 cm.

Pequeño Paraíso Árabe VII

Acrílico y tinta sobre papel
25 x 25 cm.

Pequeño Paraíso Árabe VI

Acrílico y tinta sobre papel
25 x 25 cm.

Pequeño Paraíso Árabe V

Acrílico y tinta sobre papel
25 x 25 cm.

Pequeño Paraíso Árabe IV

Acrílico y tinta sobre papel
25 x 25 cm.

Pequeño Paraíso Árabe III

Acrílico y tinta sobre papel
25 x 25 cm.

Pequeño Paraíso Árabe II

Acrílico y tinta sobre papel
25 x 25 cm.

Pequeño Paraíso Árabe I

Acrílico y tinta sobre papel
25 x 25 cm.

viernes, 16 de septiembre de 2011

El Bosque de los Sueños (CUENTO)

 Había una vez un bosque mágico, tan mágico que a él iban a parar todos los sueños; se llamaba el bosque de los sueños.
 En el bosque de los sueños había árboles, como en todos los bosques, claro, pero al llegar a él te dabas cuenta al instante de que no era un bosque nada corriente. Ciertamente, desde fuera, no se sabía qué era precisamente lo que te atraía tanto de él; quizás fuera la luz, o tal vez la forma sinuosa de las ramas desnudas de los árboles, pero ante él sentías la necesidad apremiante de descubrir su secreto.
 Su secreto no era otro que contener los sueños y las ilusiones de todas las personas de este mundo. Muchas veces, a lo largo de mi vida, me he preguntado dónde van a parar los anhelos más profundos, esos que llevamos grabados a fuego muy cerca del corazón y descubrir que danzan alegremente por el interior de aquel mágico bosque, me llena de tranquilidad, pues por lo menos sé que no andan perdidos por ahí y que a lo mejor un día llegan a hacerse realidad.
 Pero un día todo cambió. De repente, algunos sueños comenzaron a marchitarse lentamente y unas grandes nubes grises amenazaban con apagar la mágica luz que desprendía el fantástico bosque. La razón de este desastroso suceso, no era otra que el hecho de que las personas habían dejado de soñar; estaban demasiado ocupadas pensando en las cosas banales de la vida y el pequeño recuerdo infantil que habitaba en sus corazones estaba desapareciendo, hasta tal punto, que algunos habían olvidado cómo jugar, cómo sonreír e incluso cómo enamorarse.
 Y ahí estaba yo, decidida a salvar el bosque de los sueños, como la más valiente heroína de cualquier cuento, cabalgando veloz a lomos de un majestuoso caballo; aunque mi corcel no fuera otro que un viejo y torpe burro y mi valentía no estuviera movida por una insaciable sed de aventuras, sino por el miedo a que los sueños terminaran por desaparecer y con ellos, la vida.
 Así que me dirigí lo más rápido que mi querido burro me permitió a convencer a todo el mundo de la necesidad de seguir soñando. Recorrí pueblos y ciudades, pero nadie parecía tener el más mínimo interés en prestar atención a lo que decía, pues estaban demasiado ocupados con cosas absurdas. Cansada de ser ignorada, me senté en la escalinata del Ayuntamiento y me puse a hacer lo que más me gustaba desde que era niña: dibujar mis sueños. Aislada en mi mundo de fantasía estaba, que no me di cuenta de que una persona, de todas las que subían y bajaban las escaleras con demasiada prisa y sin prestar atención a nada de lo que les rodeaba, se había parado y miraba con curiosidad mis dibujos. Alcé la vista y mis ojos se encontraron con los suyos; en ellos no había vacío o desdén, sino curiosidad, el asombro que hace abrir mucho los ojos a los niños ante cualquier cosa, por insignificante que pueda parecer. En ese momento entendí que no debía perder la esperanza.
 De repente se empezaron a parar más personas y la vida comenzó a fluir de nuevo. De esta forma el bosque de  los sueños se salvó.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Cómeme si Te Atreves (CUENTO)

  En un reino muy lejano vivía una princesa que se llamaba Alicia y que era muy famosa no sólo en su reino, sino en todo el mundo, por su belleza y su sonrisa contagiosa, que llenaba de felicidad los corazones de todos los que la rodeaban. Verdaderamente, Alicia era una niña muy feliz, a la que sus padres y hermanos adoraban, pero pasaron los años y Alicia, como es natural, fue creciendo.
 A la edad de quince años, la prometieron con un príncipe que ni siquiera conocía; además sus damas de compañía le contaron que era un vejestorio con barriga, calvo y que además llevaba una dentadura postiza que cuando se reía demasiado fuerte salía disparada por los aires y solía aterrizar en el lugar más inesperado, cosa que ocurría bastante a menudo. Alicia, aterrada por su próxima nueva vida, perdió la sonrisa y sus ojos se llenaron de una tristeza insoportable y a pesar de los cambios que se habían operado en la niña más alegre del reino, sus padres no cedieron en su determinación de casarla, pues era una costumbre muy arraigada en la tradición de su reino.
Un día, desesperada, pues sólo quedaban dos meses para su boda, Alicia fue a ver a la hechicera del bosque, pues sólo ella, a través de algún conjuro, podría librarla de su negro porvenir. Salió del castillo de noche, abrigada por un cielo sin luna y caminó varias horas entre árboles misteriosos, hasta que encontró la cueva donde vivía la hechicera. Parecía que la estaba esperando, pues nada más entrar le dijo:
-Alicia, he estado buscando un remedio para tu tristeza y sólo he encontrado una solución.
La hechicera se levantó y se dirigió a un armario que tenía una puerta cerrada con siete candados. La abrió y sacó de él, para sorpresa de Alicia, un pastelito muy apetecible, pero que para nada parecía ser la solución a sus graves problemas.
-Alicia, ya sé lo que estás pensando. Quizás este pastelito tenga una apariencia normal, pero esconde un gran poder. Guárdalo hasta la próxima luna llena debajo de tu almohada y cuando sea el momento, cómetelo. Este dulce mágico te llevará a un lugar lejos de aquí, donde podrás empezar una nueva vida. Aunque tengo que advertirte algo: perderás a toda tu familia, incluso tu aspecto cambiará; será como si nacieras de nuevo y no puedo asegurarte que tu nueva vida sea próspera y feliz y si no te gusta tu nueva vida, no podrás volver atrás, puesto que este pastel sólo se puede usar una vez.
Alicia volvió al castillo pensativa; la verdad es que no iba a ser nada fácil atreverse a comer el pastel o no. Cuando llegó a su habitación, lo metió debajo de la almohada y se durmió.
Pasaron los días y Alicia no dejó un solo momento de debatirse entre si atreverse a convertirse en otra o dejar que el futuro que habían elegido por ella siguiera su curso. Y por fin llegó la luna llena.
Esa noche, Alicia se encerró con llave en la habitación, sacó el pastelito de debajo de la almohada, lo colocó sobre la mesa y se sentó, rogando a las estrellas una señal sobre qué debía decidir. Y la señal llegó; una ráfaga de luz la atravesó y de repente tuvo la certeza de cuál era su camino. Cogió el pastel con ambas manos y se lo llevó a la boca. Más valía arriesgarse a ser una nueva persona  e intentar labrarse el futuro que quería para sí misma, aunque se estrellase, que conformarse con lo que los demás querían para ella.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Cómeme si Te Atreves

Técnica mixta sobre tabla, collage.
50 x 70 cm.

Los Chapines Colorados (CUENTO)

  Dorothy no se lo podía creer: sin querer, había hecho desaparecer a la Bruja  y ahora tenía en sus manos los preciados chapines colorados, unos zapatos mágicos que además de llevarte a donde tú quisieras con solo pensarlo, cumplían todos tus deseos con solo desearlos. Así que lo celebró cantando y bailando, como correspondía, pues nunca le había pasado nada parecido a aquello.
 Dorothy giró y giró sobre sí misma, hasta casi marearse. Abrió los brazos y se imaginó que era una enorme hélice y de repente no tuvo otra idea que ponerse uno de los chapines colorados en la cabeza, pues pensaba que para qué ponerse unos zapatos mágicos en los pies, si eso se hacía con los zapatos ordinarios; mejor estarían sobre su pelo negro.
  Lo que no sabía es que, ya que no eran zapatos normales, todo lo que hiciera con ellos tendría sus consecuencias, y al ponerse uno de los zapatos donde no correspondía y girar y girar y girar, se convirtió, para su sorpresa, en un enorme huracán. Todo daba vueltas a su alrededor, en un ritmo rápido y confuso; al principio parecía divertido, pues tenía la sensación de que estaba en una atracción de feria, pero pronto la diversión se acabó. El enorme huracán en que se había convertido Dorothy se alzó en el aire y su movimiento se volvía por momentos más rápido y violento; sin lugar a dudas se había descontrolado y avanzaba irremediablemente a destruir el mágico Mundo de Oz, y quien sabe si ahí no se detendría y arrasaba otros lugares, como por ejemplo el mundo donde se encontraba la granja de sus queridos tíos…
 De repente le entró el pánico, no sabía cómo parar e intentó quitarse el zapato colorado de la cabeza, pero era como si se le hubiera pegado al pelo; sin lugar a dudas había cometido una tontería muy grande al tomarse en broma la magia de los chapines. Si hubiera sabido lo que iba a pasar jamás habría jugado con ellos.
 La gigantesca espiral en que Dorothy se había convertido, arrasaba ya sin piedad los campos del mágico mundo y pronto lo destruiría por completo si no se encontraba una solución. Entonces Dorothy se acordó de las especiales cualidades de los chapines colorados y comenzó a desear lo más fuerte que pudo volver atrás en el tiempo, volver al momento justo en que derrotó a la horrible Bruja. Y así sucedió. Se encontró de nuevo en aquel escenario, pero en vez de coger los zapatos colorados, los dejó donde estaban y se alejó, pues comprendió que la magia no estaba hecha para ella, o por lo menos no todavía.

Los Chapines Colorados

Técnica mixta sobre tabla, collage.
60 x 60 cm.

Donde el Corazón Te Lleve (CUENTO)

  En el mágico mundo en el que un día se metió, a base de soñar y soñar, todo era precioso. El cielo era de un azul mucho más brillante que en el mundo real, los campos más verdes y las flores más bonitas y olorosas; en realidad allí todo era mucho más perfecto. Ella se refugiaba en aquel mundo, primero algunas veces, cuando lo que la rodeaba la asfixiaba tanto que sentía como si una piedra gigante presionara su pecho hasta dejarla sin aire, como un globo vacío; pero después, se aficionó demasiado a soñar despierta y al más mínimo contratiempo se perdía en aquel mundo de ficción para alejarse de cualquier sentimiento negativo que ensombreciera la existencia de color de rosa que tenía  planeada para sí.
 De esta forma pasaron los años, y cada vez pasaba más tiempo en su mundo inventado, pues la verdad es que la vida es sin duda muchas veces un camino tortuoso y el dolor propio o ajeno era algo que Ella no podía soportar. Y llegó el momento en que se alejó tanto de la realidad que se quedó atrapada en su propia invención.
 Al principio todo era estupendo; todo era tan bonito allí que se sentía completamente feliz. Pero aquel mundo de sueños, como todo, no era del todo perfecto, pues se le había olvidado imaginar a otros que lo habitasen y la verdad es que llegó un punto en que empezó a sentir soledad y ya no podía imaginarse otro sitio para escapar de ese sentimiento, pues había empleado todas sus fuerzas en la creación de su propio paraíso.
 Comenzó a buscar una salida y no encontró otra alternativa que seguir un camino de baldosas amarillas que cruzaba los campos, como las estelas que van dejando los aviones en el cielo. Allí no había ninguna indicación hacia dónde se dirigía, pues tampoco había puesto límites a su mundo imaginario, así que se limitó a andar. Caminaba de día y al caer el sol, caía rendida en aquellos prados infinitos, anhelando su vida anterior, por muy horrible que fuera a veces, pues tanta hermosura y perfección se le antojaba ahora como algo insoportable y sobre todo terriblemente aburrido.
 Anduvo sin descanso su particular peregrinación por aquel camino amarillo y cuando creía  que nunca terminaría, que sería este un castigo eterno como el infringían los dioses del Olimpo, se encontró en una encrucijada. No se lo podía creer; se frotó los ojos una, dos veces, pero sin duda allí estaba: un cartel que indicaba dos caminos, uno hacia el país de los sueños y otro de regreso a la realidad. Sin duda no era una fácil elección, porque si elegía volver a la realidad, tendría que enfrentarse con problemas, miedos; es cierto que en el mundo real no todo era espantoso, pero muchas veces las cosas malas superaban a las buenas. Pero también quedarse en su mundo imaginado, suponía aburrirse como una ostra, porque si no tienes un motivo para superarte y superar las situaciones, ya que todo es perfecto, tampoco es esa una vida que merece tanto la pena vivir.
 Así se llevó mucho tiempo, hasta que por fin tomó una decisión. Ambos mundos tenían cosas buenas y malas, como todo, pero se dio cuenta de una cosa: sin la realidad, crear un mundo de ficción para evadirse no servía de mucho. Y entonces se encaminó por el camino que la guiaba hacia el mundo real, no sin cierta pena por abandonar su pequeño paraíso, aunque estaba segura que lo visitaría de vez en cuando.

Donde el Corazón Te Lleve

Técnica mixta sobre tabla, collage.
60 x 60 cm

jueves, 8 de septiembre de 2011

En Busca del Beso (cuento)

  Ese beso tan buscado simplemente se fue, desapareció como desaparecen las nubes barridas por el viento. Ella lo buscó incesantemente; lo buscó cada día, cada minuto, cada segundo; pero nada, el besó se había esfumado sin dejar siquiera la más mínima pista.
  Un día, llegaron a sus oídos habladurías de que un beso había sido visto en lo más profundo del bosque, enredado en una rama de aquellos árboles desnudos y tenebrosos, desesperado por llegar a los labios de la persona a la que estaba destinado. Tuvo la certeza absoluta de que ese beso le pertenecía a ella y a nadie más y que tal vez esa sería la única oportunidad para recuperarlo, por lo que se dirigió presurosa a cumplir su misión.
  Cuando llegó al bosque había oscurecido y el paisaje se presentaba más tenebroso que de costumbre. Un sentimiento nuevo recorrió su cuerpo de la cabeza a los pies, como un rayo que parte por la mitad un tronco en medio de la tormenta y su corazón se dividió: era el miedo, un miedo profundo que nunca antes había sentido. Es cierto que otras veces había sentido miedo: miedo al escuchar una historia de fantasmas, miedo a caerse de la bicicleta y dar con los dientes en el suelo; pero este miedo era distinto, era miedo a perder lo que más deseaba en  el mundo. La duda se instaló en su alma y el cuerpo se le paralizó. Se sentía completamente incapaz de dar un paso o retroceder, se hallaba atrapada en un espacio invisible que le impedía salir huyendo,  dejando un rastro de promesas rotas  o por el contrario, encontrar el coraje necesario para seguir adelante y recuperar ese beso. Así pasó el tiempo, no se sabe cuánto porque la hora en aquel espacio se regía por un ritmo anárquico, arbitrario. Tal vez fueron minutos, tal vez días, tal vez años; no había forma de saberlo.
Ella se sentía desfallecer, estaba empezando a perder toda ilusión, se estaba encerrando en un capullo para desaparecer por siempre y lo más triste de todo,  es que ni siquiera parecía tener voluntad para detener el fatídico final que la esperaba, acechante en un rincón de aquel limbo donde se había metido.
En algún momento, no se sabe cuándo, comenzó a despertar como de un largo sueño  y buscó en lo más hondo de sí misma. Buscó, volvió a buscar, empeñada en que al fondo, no sabía en qué lugar, encontraría algo; y al final sucedió. Una luz pequeñita empezó a abrirse paso en su interior y cada vez se hizo más y más grande. Su cuerpo pudo al fin moverse, poco a poco, y una firme determinación se apoderó de Ella. Supo que era el momento y tomando impulso, saltó fuera de aquel espacio.
Se secó las lágrimas y sin pensarlo dos veces se internó en el bosque. Sin duda no sería fácil encontrar al beso, puesto que el bosque era enorme, se había hecho de noche y lo más importante de todo: no sabía en qué parte estaba. Pero daba igual. No le importaba pasarse la vida buscándolo, porque esa era su única misión, ya no le interesaba nada más.
Anduvo mil pasos, tropezó mil veces y se arañó con las ramas secas; sin embargo no se rindió. Pasó mucho tiempo, nadie sabe cuánto. El pelo se le había vuelto gris, sentía que su cuerpo le estaba abandonando poco a poco y de repente, lo encontró. Allí seguía el beso, enredado en la rama de un árbol por el que quizás había pasado muchas veces, pero en el que nunca se había fijado. Lo tomó con sus manos y lo posó en sus labios. Su dulce beso.
El viento comenzó a soplar con fuerza, tanta, que se llevó al beso y a Ella unidos por siempre.

En Busca del Beso

Técnica mixta sobre tabla, collage.
65 x 50 cm.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Ofelia (CUENTO)


   Desde el momento en que su nombre fue pensado, mientras todavía flotaba tranquilamente en el vientre de su madre, su destino quedó marcado por una sombra de tragedia. Se llamaba Ofelia.
  Desde pequeña, su vida se tiñó de negro; el negro del luto por la muerte de todas sus personas queridas. La primera fue su madre, que la abandonó a los pocos días de nacer en medio de un charco de sangre. Después le siguió su padre, que muerto en vida a causa de la tristeza, dejó de comer y se encerró en su habitación, con el único deseo de reunirse lo más pronto posible con su querida y difunta esposa.
 Tras la muerte de sus padres, Ofelia se fue a vivir a casa de sus abuelos. Allí parecía que por fin la niña iba a tener un poco de alegría, pero pronto su nueva casa se sumió en la desgracia. Primero fue su abuelo, al que le cayó la rama de un árbol en la cabeza y después su abuela, a la que sobrevino una gripe terrible. Así Ofelia se quedó sola en el mundo, sin más compañía que la de su propia sombra.
 Ofelia nunca supo lo que era el amor, simplemente porque no le dio tiempo a sentirlo. Pasó el tiempo y se convirtió en mujer, en una mujer solitaria y a la que aterraba la simple idea de encontrarse con alguien, puesto que según pensaba ella, el destino había querido alejarla de cualquier persona que la llegara a amar o que fuera amada por ella; lo mismo da, porque el amor y el cariño siempre son sentimientos recíprocos.
 Un día, mientras arrancaba los hierbajos que crecían salvajes a ambos lados del sendero que conducía a su casa, se le acercó una anciana. Ofelia se quedó paralizada, pues desde que murieron sus abuelos, nadie se había acercado por allí, quizás por temor a que ocurriera algo malo estando en su compañía. Las palabras se le atragantaron en la garganta y ciertamente no sabía si salir corriendo o hablar con aquella mujer. Al final fue la anciana la que comenzó a hablar.
-                     Buenos días. Llevo toda la mañana siguiendo este sendero y me he perdido. Necesito llegar tan pronto como pueda al pueblo, pues me han avisado de que ha nacido mi primera nieta y es un acontecimiento muy importante.
Como Ofelia seguía muda, la vieja siguió hablando.
-                     Como verás, ya soy muy mayor y tanto andar me cansa mucho. ¿ Te importa que descanse un poco a la sombra de aquel árbol que hay junto a tu casa?

 A Ofelia no le importó y ayudó a la mujer a llegar hasta el árbol, le acercó un banquito y fue dentro de la casa a por agua fresca.
 Cuando la mujer hubo descansado y después de darle las gracias por su hospitalidad, le preguntó a Ofelia por dónde podía llegar al pueblo y ésta logró explicárselo a duras penas mediante señas, pues seguía sin habla.
 Vio a la mujer alejarse cada vez más y el corazón se le encogió. En aquel momento se sintió sola de verdad.
 Ya se iba a meter en casa, cuando se dio cuenta de que la anciana se había dejado un paquete junto al árbol. Ofelia fue corriendo camino abajo todo lo rápido que pudo, pero no encontró ni rastro de la mujer. Era como si la aparición repentina de aquella anciana hubiese sido un sueño.
 El paquete estaba adornado con un bonito lazo morado y no pudo resistirse a saber qué contenía el misterioso envoltorio. Cuando lo abrió, se encontró con un libro; era un libro de cuentos, pero no de cuentos normales, sino de cuentos de amor.
 Esa noche Ofelia leyó un cuento y se durmió. Soñó con el mundo maravilloso que reflejaba aquel cuento, pero sobre todo soñó con el amor; no un amor cualquiera, sino ese amor puro y sólido que existe en los cuentos, un amor inquebrantable que rara vez encontramos en la vida real. Cuando despertó, sintió la necesidad de seguir soñando y así, decidió sumirse en un profundo sueño y no despertar jamás, para de esta forma seguir soñando con el amor para siempre.

Ofelia

Ténica mixta sobre tabla, collage.
65 x 50 cm.